Desde muy pequeña sentí el deseo profundo de servir a Dios. Las historias misioneras que escuchaba en la Escuela Sabática despertaron en mí un sueño que nunca se apagó: dedicar mi vida a compartir el amor de Cristo con otras personas.
Con los años, ese deseo se transformó en un llamado claro. A través de diferentes experiencias, pude ver cómo Dios iba guiando mis pasos, abriendo puertas y preparando mi corazón para el servicio. Cada lugar, cada desafío y cada encuentro fueron recordatorios de que la misión no depende de nuestras fuerzas, sino de Su dirección.
Hoy sigo dispuesta a ir donde Él me envíe, buscando reflejar Su carácter y servir con amor a quienes más lo necesitan. Mi mayor anhelo es que mi vida sea un canal por el cual otros puedan conocer a Jesús y encontrar esperanza en Él.









