Digamos que servir como misionero o misionera de carrera es tener una convicción firme sobre una vida completamente incierta. Una locura muy bien planificada.
Tiene toda esa parte triste y sin gracia de decirle adiós a la familia, amigos y posesiones, cosas que te tomaron años para obtener, y hacer tu vida caber en unas pocas maletas. Mas, aquí entre nos: cargamos muchas cosas innecesarias. En ese proceso, tu vida queda, literalmente, más liviana. Entonces sobra más espacio para las muchas cosas que tendrás que aprender.
Misionero de carrera = múltiples desafíos
Lidias con barreras linguísticas, diferencias culturales y soledad. Dejas de ser alguien letrado, con una profesión, un status social, para ser um extranjero que apenas consigue comprar un pan por sí solo. Mas Dios hace que te tragues el orgullo y hasta el último resto de dignidad para conseguir lo que necesita, así, al final del día, estás celebrando la palabra nueva que aprendiste mientras ríe de los malabarismos teatrales y de la vergüenza que pasaste para conseguirlo. Como resultado, el campo misionero te deja más resiliente, humilde y aumenta tu capacidad de comunicación.
Un encuentro contigo
En la medida que te aprofundas en la cultura y en los relacionamientos, estarás cara a cara con tus presunciones y prejuicios. En el intento de entender todo a tu alrededor, ves la vida, el amor, el sufrimiento y la belleza del evangelio sin las vendas de una vida compartimentada y cómoda. Entonces, servir como misionero de carrera no sólo te hace aprender a ver más, sino que también a ver mejor a los otros, a ti mismo e incluso a Dios. En otras palabras, la vida misionera ofrece perspectiva y autoconocimiento.
Por no conseguir hablar todo lo que se te viene a la cabeza de la nueva lengua, oyes más y, por estar intencionalmente atento a las necesidades de las personas, entiendes y respetas sus costumbres, tradiciones y creencias. Eso genera conexiones profundas. Servir como misionero te hace más empático.
Una montaña rusa emocional
La vida en un ambiente culturalmente diferente nos hace comer cosas que no comeríamos, ir a lugares que nunca imaginamos y cambiar nuestra rutina por un extraño que se mostró abierto a conversar. Tú estás allá por las personas, por más que sean aburridas, tú sabes que Jesús murió por ellas también. El campo misionero te hace ejercitar la flexibilidad y el músculo del amor.
En resumen, es como entrar en una montaña rusa emocional – ¡Nunca sabes si vas a acabar riendo, llorando o ambas cosas al mismo tiempo!
Haline Monteiro fue misionera de carrera en el proyecto Hrvati, junto a su familia desde 2019 y hasta 2023.