Mi esposa, Viviane, y yo, hemos vivido un descubrimiento que ha transformado completamente nuestras vidas: la pasión por llevar el evangelio más allá de las fronteras.
Casados hace 23 años, ella adventista de cuna, yo, viniendo a conocer el evangelio a través de ella, hemos sentido, durante momentos de oración, reflexión y entrega, que Dios está plantando em nuestros corazones un deseo ardiente de ser instrumentos para transmitir Su mensaje de amor, gracia y esperanza a pueblos y naciones que aún no lo conocen.
Percibimos que fuimos creados y unidos, no sólo para compartir una vida juntos, sino que también para cumplir un propósito eterno. Ese propósito nos llamó a desafiar el abrir mano de nuestras zonas de confort, confiar con fe en la dirección de Dios y dedicarnos a la misión que Él nos confió. Es un camino que exige coraje, fe y renuncia, pero también nos permite experimentar la plenitud de una vida en Cristo.
Cada paso que damos en esta jornada es un testimonio del poder transformador de Dios. Sabemos que no caminamos solos, pues Aquel que nos llamó es fiel para capacitarnos y guiar en cada desafío. Nuestro mayor deseo es ver vidas siendo transformadas, comunidades restauradas y naciones impactadas por el amor de Dios.
Pues, tenemos un voto en nuestros corazones: Por la gracia de Dios, seremos puros, bondadosos y fieles. Guardaremos la Ley del Conquistador, seremos siervos de Dios y amigos de todos. Tendremos siempre un cántico en el corazón e iremos a donde Dios nos mande.